Entrevista Simón García

Simón García


Simón García recogió el testigo de Ara Malikian a comienzos de año en la obra ‘Mis primeras cuatro estaciones’ en el Teatro Lara y desde entonces lo considera “un regalo”. 

ENTREVISTAMOS A SIMÓN GARCÍA

Simón García es un joven violinista que consigue igualar el listón que recibe de Ara Malikian con sus impresionantes capacidades escénicas y musicales y se convierte en otra razón más para ir a ver 'Mis primeras cuatro estaciones'. Hablamos con él para conocer cuál es la importancia de que los niños experimenten su ‘primer Vivaldi’.

  Entrevista: Lidia Fernández

 
¿Cuándo comenzó tu andadura en el mundo de la música?

Yo comencé bien pequeño, a la edad de 6. Empecé a formarme en Madrid y he ido conociendo a distintas personalidades del mundo de la música que han hecho que vaya escalando en esta carrera, que al principio era más en el mundo de las orquestas. 

Conocer a la creadora de ‘Mis primeras cuatro estaciones’, Marisol Rozo, me ayudó a cambiar la visión que hay del escenario: como abordar la escena, como movernos… Los músicos clásicos estamos normalmente atados a la silla. 

También, en mi etapa trabajando junto a Ara Malikian, vi cómo afronta el público y rompe esa cuarta pared y como se puede afrontar un concierto de música clásica de otra manera.

¿Qué fue lo que te atrajo al violín?

Los conciertos de la televisión. De todos los instrumentos que yo veía, el violín me llamó mucho la atención. Mis padres vieron que siempre estaba pendiente de él e incluso el típico teclado Casio de nuestra infancia yo no lo ponía encima de la mesa, si no que me lo ponía como si fuera un violín. Mis padres se dieron cuenta de mis señales y por suerte desemboqué así en el violín. 

Y desde entonces, ¿cuántos llevas dedicándote profesionalmente a este instumento?

Empecé a disfrutar del violín a partir de los 15 años. Son 20 años ya en escenarios y en diferentes proyectos. 

Ahora eres director musical y protagonista de 'Mis primeras cuatro estaciones' ¿Cómo llegaste a formar parte de esta obra?

La etapa en la que trabajé con Ara Malikian, yo iba acompañando al violín principal en ‘Mis primeras cuatro estaciones’. Ahora, Malikian es un rock star y ha sido un regalo el poder hacer este espectáculo en su nombre y afrontar ese papel que tantas veces había acompañado.

Cuando empezamos a practicar la parte escénica, yo casi me la sabía ya de memoria de tantas veces que la había hecho con él. Tantos años funcionando tan bien en los carteles y en los teatros, que fue muy fácil asimilar rápido cual era mi papel y mi personaje.

¿Qué se siente al meterse en los zapatos de Ara Malikian?

Mucha libertad. Lo dejó preparado muy fácil para poder continuar desde donde lo dejó. Aunque son los zapatos de Ara Malikian, gracias a Marisol Rozo he podido encontrar un personaje propio.

La esencia es el papel que interpretaba Ara Malikian, pero somos personajes muy distintos. Del extranjero tímido, por catalogarlo de alguna manera, al chaval de Madrid con otro tipo de humor y carácter. Adaptarlo ha sido un proceso precioso, he ido haciendo el personaje más mío. Gracias a Marisol, que es una grande de transformar un artista clásico en un artista escénico. 

¿Qué pueden esperar todos los que acudan a ver la obra al Teatro Lara?

Un espectáculo que, aunque sea infantil, es para todos los públicos. Todos disfrutan. Pueden esperar ver como la música de Vivaldi no es solo para escuchar en iglesia y en auditorios, sino que también es una música de show. 

Además, podrán unir todo el significado de esta obra que Vivaldi creó a partir de unos poemas en un único espectáculo en el que no solo disfrutas, sino que socioeducativamente te llevas el haber entendido los motivos de la obra.

Por tu parte, ¿qué quieres transmitir a los pequeños (y no tan pequeños) espectadores que acuden a verla?

Ver que la música clásica no tiene porque ser un señor sin expresión tocando sin aproximarse, puede ser algo muy divertido y se puede afrontar desde muchas maneras distintas. Se puede aplaudir, se puede bailar, se puede cantar, se puede estar mucho más cercano del artista de lo que normalmente vende la música clásica.

¿Cuál es la relación con el público durante la representación?

Es increíble. El feedback está muy vivo. Disfrutas viendo que lo que tú estás haciendo, se está viviendo en el momento. La gente no está esperando a cuando tiene que aplaudir, si no que está inmiscuida en el espectáculo en todo momento. 

Ahora, debido a la situación y la mascarilla, no se puede ver la expresión fácilmente. No es un problema, porque las representaciones de hasta ahora han funcionado muy bien, pero te obliga a imaginarte como lo están viviendo. Un reto mas para nuestro gremio en los tiempos que corren. 

La obra lleva en cartel 18 años, ¿cómo crees que ha cambiado la percepción de la música clásica desde entonces en España? ¿Ha ayudado?

Yo creo que sí. No solo con este espectáculo, otros que se han hecho hueco viendo el concierto de música clásica de otra manera, han hecho que llegue a más sitios y sea algo que se solicite y no sea algo elitista como tal. 

Ahora en muchos sitios de España puedes decir “violín” y saben lo que es, que desgraciadamente hace unos años en España no teníamos esa cultura dedicada a este gremio. Gracias a artistas como Ara Malikian o en su día Luis Cobos, se está consiguiendo cada vez acercar de grosso modo la música clásica a todos los públicos. 

¿Cómo consigue 'Mis primeras cuatro estaciones' romper con los estereotipos de la música clásica? 

Nosotros al ir caracterizados es lo primero que rompe. No llevamos el frac o el atuendo negro, si no que tenemos unos vestuarios diseñados por Yaiza Pinillos que funde ese barrocho con una tendencia actual. El espectáculo de luces también es distinto. 

Otra cosa que rompe es que la obra no se hace de continua hasta el final si no que, para que pueda ser más cercano, se va teatralizando cada uno de los momentos musicales llevando de hilo conductor ‘Las cuatro estaciones’ de Vivaldi.

Hablando de 'Las cuatro estaciones' de Vivaldi... es una de las obras más reconocidas de este género. ¿Qué aporta de diferente esta adaptación?

La mayor parte de las veces se escucha la obra, se hace sin tener en cuenta que la música se basa y hace referencia a unos sonetos sobre cada una de las estaciones. Al unirlo con el texto, se disfruta también del origen de los pasajes. 

Si hablamos de la tórtola y el jilguero. no es lo mismo que escuchar el violín. Te das cuenta de que evoca a unos pájaros, o a la lluvia del invierno o la tormenta del verano. Además, nosotros lo dramatizamos, incluso con slow motion algunas veces. Es una locura continua el espectáculo. Contextualizarlo hace que se entienda mucho mejor la obra.  

Tú comenzaste viendo el violín en la televisión y demuestra la importancia de la representación. ¿Crees que está obra consigue que los más pequeños se pongan a tocar el violín?

Sí, desde luego. Nosotros actuamos también en colegios y en muchos de ellos no han dicho que, en sus escuelas de música, pasado el show, han recibido muchas solicitudes para estudiar el violín. El verlo ayuda a tomar la decisión y ven que es divertido más allá de estudiar. No es aprender a dominar un instrumento, es divertirse con él. Y ven otras opciones de futuro.

El panorama está cambiando. El violín ya está introducido en todos los espectáculos, desde la música clásica hasta un violín eléctrico en un concierto de electrónica. Siguen los conciertos de culto, pero si que es verdad que, por la labor de acercarlo a todos los públicos, el tipo de espectáculo va cambiando. Poco a poco la música clásica tiene la opción de enganchar también a la juventud y ver que hay muchas posibilidades en este gremio. 

También llevas años trabajando con el pianista de flamenco Manolo Carrasco, ¿cómo es la experiencia?

La música flamenca es muy nuestra y uno siendo español se puede identificar en el lenguaje muy fácilmente. Intentamos ser embajadores fuera de España, donde el flamenco es mucho más apreciado que dentro de España. Nadie es profeta en su tierra, como dicen. 

Hemos tocado en grandes auditorios de China y Rusia y es una vivencia increíble y muy distinta que en España. Encontrarte en China que, de repente no aplauden, solo mueven las manos, es chocante. Están entusiasmados igual y hay que comprender las claves de acceso a esa cultura.

¿Qué diferencia hay para ti entre interpretar clásico y flamenco?

Es un lenguaje distinto. El clásico se enseña en el conservatorio para que no se pierda la tradición. El flamenco no tiene que ver con conservar, no se ciñe a una partitura, es mucho más vivo. Tienes que estar pendiente del cante, la guitarra, el baile… Es un nivel superior de música de cámara en el que todos están conectados y no se ciñen al papel. Puede ocurrir de todo. La música clásica, todo está escrito. En la flamenca, todo está por escribir. Los caminos para llegar al mismo punto cada día son distintos.

¿Y entre actuar para un público más adulto y otro más infantil? 

Con ‘Mis primeras 4 estaciones’ casi no se nota la diferencia. A veces disfruta mas el papá que el propio hijo. Pero siempre está el hecho de que los niños responden con la verdad en un espectáculo. No tienen instaurado el “ahora es cuando toca aplaudir”. 

Hay momentos mágicos en lo que ellos se contagian en aplaudir en pasajes mas rockeros y disfrutan muchos más. El publico infantil es un publico muy de verdad y no está influenciado por ninguna norma y protocolo y es un feedback continuo que te permite ver qué funciona. 

¿Qué planes tienes en el futuro?
La previsión era muy distinta hace unos meses. Ahora mismo el momento es muy incierto, porque no sabemos en que punto vamos a salir de esta situación, para apostar por proyectos propios. Mis planes de futuro son formarme más en el mundo teatral y continuar con la música teatralizada. 

También formarme en otros estilos de músicas del mundo y poder hacer realidad ciertos proyectos personales dentro del mundo socioeducativo y poder mostrar esa parte de productor que llevo dentro en otros espectáculos que continúen la esencia de estar involucrado con el público y de llevar la música de una manera distinta a todas las orejitas y todas las orejotas.

Fotografía de Javier Naval


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